Tomarse a Bogotá
Thursday, October 14th, 2010Ernesto Yamhure hace eco de Uribe —pleonasmo— y dice que hay que «recuperar a Bogotá». Esta es la primera llamada oficial de un proyecto uribista que llama a tomarse a Bogotá. Digo que la llamada es oficial porque hasta ahora, como nos tenía acostumbrados el uribismo, todo era simplemente un «sentir popular» que fue llegando cada vez más arriba, hasta ser escuchado. Lo cierto es que a Samuel Moreno —o al Polo— comenzaron a hacerle zancadilla desde antes de que fuera elegido, comenzando por el mismo Uribe, pero también participaron Mockus y, por supuesto, Peñalosa. Por eso mismo, inmediatamente, el resultado de las elecciones de 2007 fue leído en clave de «perdió Uribe» y «los bogotanos castigaron a Peñalosa». Desde entonces la gestión de Moreno, aparte de lo que pueda considerarse «cierto», ha sido saboteada sistemáticamente. Con siete millones de mentes debidamente imantadas, trucadas, la profecía se hizo fácilmente realidad.
Parte del problema es justamente lo que pueda considerarse «cierto». Es el típico caso del doble rasero; además ser del Polo es comenzar con desventaja. No pretendo defender a Moreno, como no buscaría atacarlo si no tuviera alguna base importante. Por cierto, no voté por él. Pero sí voy poner un manto de duda sobre su supuesta falta de gestión o el supuesto hecho de que la ciudad se está cayendo, que son los dos caballitos de batalla, tan bobos como poderosos. Pienso que, más allá de que en los contratos haya corrupción —eso que nunca, pero nunca se había visto—, las obras no se hacen de la noche a la mañana y una obra en dos vías principales, por donde además circula el 80% del transporte público, necesariamente va a traumatizar la ciudad. (Dirán, claro, que en kilómetros es sólo el 25% de lo que ya está construido.) Que no las hagan todas al tiempo, dicen. Entonces dirán que por qué no las hace al tiempo para agilizar. No hay escapatoria. Cuando las obras estén terminadas la gente se olvidará, así como bien le pasó a Peñalosa, otro al que en su momento amenazaron con firmas y revocatorias, pero no con cacerolazo, porque esa es una costumbre importada de Venezuela o Argentina hace poco tiempo. De la inseguridad, el tercer caballito de batalla, ni siquiera vale la pena hablar: es una tendencia nacional.
Bogotá es desde hace rato escenario de contienda política, desde que gobernarla se volvió sexy. Que el tal voto de opinión es maduro y solo atiende razones es pura mierda. Lo malo es que la leyenda negra cumplió su propósito principal de desprestigiar al Polo y, sobre todo, de presentarnos la alternativa natural: Uribe. No tiene que ser Uribe mismo, claro, aunque muchos hayan eyaculado de la emoción al oír hablar de esa posibilidad. Pero es que para eso hablan de doctrina y publican libros, para eso todos los posturibistas y metauribistas que estaban desmarcados de Uribe hoy trabajan en la presidencia, incluso de presidente. Lo de hoy es el microuribismo y los uribistas, una vez más, harán realidad el mito de que la alcaldía de Bogotá es el segundo cargo público del país e integrarán la ciudad al circuito ideológico y burocrático del uribismo con el sencillo argumento de que es lo contrario del Polo, que no solo es terrorista de civil (modo nacional de discurso), sino unos ineptos y corruptos administrando (modo local de discurso, alternativa a «ahí está la oposición en Bogotá, este no es un gobierno autoritario»).
De manera que no es, para ellos, recuperar la capital, sino consolidar un proceso de toma que comenzó desde hace tiempo y que pasó por acabar también con el Polo. Aunque dicen, claro, que se acabó solito. A los verdes —o sea Mockus y Peñalosa— les pasó también, como puede recordarse con el tema del caballo con muletas y los mimos antiterroristas. Así que Bogotá, incluida en el gran círculo burocrático e ideológico del uribismo, será gobernada desde 2012 por algún manzanillo inepto pero bien arrodillado, de los que compone el salpicón pegado con babas que es el Partido de la U. Un títere de similares características a las que iba a tener Juan Lozano cuando quiso hacer de Peñalosa en 2003. Pero esto es diferente porque Uribe es el camino, la verdad y la vida, un hacedor de milagros, un hombre cercano al pueblo que acaparó los medios en irregulares y nunca antes vistos ocho años consecutivos de gobierno, que multiplicaba panes y peces con el infinito poder de la televisión en sus consejos comunales. Podrá llenarse la ciudad de policías que llevarán a la cárcel a las personas que parezcan deprimidas o a las que tomen fotos. Podrá no volver a haber obras públicas, podrá no solucionarse ese gran problema que ahora llaman movilidad, exclusivo de Bogotá, erradicado del resto del mundo. Sobre todo, acabaráse definitivamente lo que Peñalosa llamaba megalomaniáticamente «nuestro proyecto de ciudad». Pero el alcalde será el vicario de Uribe en la tierra y así todos serán felices. Eso también es voto de opinión.
A lo mejor a Samuel Moreno le termina pasando como a Pastrana. ¡Ah! Pero Pastrana no gobernó una ciudad importante.
Eso sí, mis condolencias a David Luna. Tal vez lo premien por haber sido un excelente idiota útil moviendo «la opinión». O tal vez, como ahora dicen, sea el elegido.