El auténtico megalómano

Hoy murió Jaime Duque, un hombre que dejó de ser persona para convertirse en nombre, en marca, en «múltiples significados». Ese nombre puede tenerlo cualquier persona, pero para un sector de la sociedad colombiana hace pensar en «el parque», es decir, «el Jaime Duque». Ese nombre, a su vez, significa grandeza o, más exactamente, dimensiones inusitadas, desproporcionadas, innecesarias, desconcertantes, sorprendentes, aterradoras, ridículas.

El pasado viernes, Posada Carbó estaba llorando en su tribuna de El Tiempo porque aquí supuestamente, a diferencia de Inglaterra, no se practica la necrología —pero sí la democracia—. Bien, a manera de homenaje ridiculizante a la persona que se tomó la tarea nunca pedida de hacer los monumentos por cuya ausencia tantas personas se rasgan las vestiduras —Posada Carbó, con toda seguridad—, reproduzco, sin autorización expresa de nadie, algo que escribí para Conexión Colombia —para hacer también homenaje a mi condición de «colombiano de bien»— por allá en marzo del 2006.

Para variar, no me encuentro muy a gusto con el texto, pero otra versión complementaria —y de la que en un tiempo no me sentiré a gusto— está en Equinoxio. Esta versión que publico, además, esta está disminuida pues lamentablemente no están las fotos, que sí me gustaban bastante y eran parte importante de este remedo de informe especial.

El parque de los colombianos

En Briceño, en medio del verde paisaje de la sabana de Bogotá, tan salpicado de vacas, aparece la inmensa mano de Dios que sostiene una esfera. Sabrá Él si alguna vez ese orbe terrestre o celeste se movió -como nos preguntábamos de niños- o si siempre, durante los veintidós años que lleva ahí, ha permanecido inmóvil. La gigantesca estructura metálica se llama Monumento a Dios y es única en Colombia, como es único el parque del que es símbolo, el Parque Jaime Duque.

Duque -nacido en Villamaría, Caldas, en 1917- es uno de los pioneros de la aviación en Colombia. Estudió aeronáutica por correspondencia y después ingresó a la Escuela Militar de Aviación, aunque no como piloto sino como técnico. Luego trabajó en la Sociedad Colombo Alemana de Transporte Aéreo, que dio origen a Avianca. En 1944 consiguió estudiar aviación civil en Estados Unidos, país que terminaría amando profundamente. Cuando nació Avianca, fue el primer jefe de pilotos, el primer capitán de un avión Constellation y el primer piloto que llevó a Europa un avión con bandera colombiana.

Finalmente, en 1952, se retiró para dedicarse a negocios de finca raíz y a su fundación: ha sido un hombre generoso y humilde en el correcto sentido de la palabra. Hace poco dijo lo siguiente a la Revista de la Policía Nacional: “No es que yo sea buena persona sino que es natural, ley universal, designio de Dios, que el que tenga con qué lo reparta entre los que están sufriendo”. En su vida no ha repartido su riqueza solo entre quienes sufre; se la ha dado a varios sectores de la sociedad que representan de alguna manera sus afectos. Donó la biblioteca de las Fuerzas Militares, interesado en la difusión de la ciencia y la tecnología. La fundación ayuda a mantener colegios en Caldas y un hospital en Sopó y para esto dedica todas las ganancias del Parque.

El Parque comenzó a construirse a finales de los setenta y abrió sus puertas a comienzos de los ochenta. La atracción más importante fue el mapa gigante de Colombia que busca hacer sentir al visitante lo mismo que Jaime Duque sintió cuando voló a pocos metros sobre las montañas, cuando volar era un acto heroico. Antes de poder ver el mapa, el visitante encuentra un reto: “En la cúspide de túnel puedes admirar el mapa de Colombia. Al contemplarlo medita unos instantes y pregúntate: ¿Soy útil a mi patria? ¿Qué estoy haciendo por ella?”

Todo en el parque es una invitación al visitante para que se sienta orgulloso de ser colombiano, a que reconozca como propio un pasado glorioso, representado por los héroes de la Independencia y a sus herederos actuales, los militares y policías. Nicolás Velásquez, historiador militar, reflexiona al respecto: “El patriotismo de Duque se me hace parecido al de López Pumarejo. Hay que hacer a Colombia grande, porque hasta ahora ha sido una nación ausente del concierto internacional. No es veintejulierismo sino más bien un sentimiento de responsabilidad con la tierra que lo vio a uno nacer”.

Tanta monumentalidad, comenzando por la increíble mano de Dios, es la forma como el parque quiere hacer emocionar al visitante, haciéndolo sentir pequeño. Tanta monumentalidad, además, llega fácilmente a la cursilería, a lo kitsch, como lo anota Natalia Marín, profesora de estética en la Universidad Javeriana: “todo tiene que llamar mucho la atención, ser muy grande, nada puede ser sutil porque tiene que impactar, aturdir, ser muy contundente. Este parque es villa kitsch.” Pero poco a poco los monumentos parecen demostrar una cierta decadencia. Mientras que la mano de Dios es de bronce y el monumento a la nacionalidad es de piedra, la réplica recientemente construida del Taj Mahal está hecha con bloque y pañete y en otros edificios se quiere dar la impresión de que está hecho con piedra imitando su apariencia con cemento y pintura.

Nacionalismo y cursilería son las dos razones de ser del parque, cada una en función de la otra. De este tono será la visita al parque, que además de incluir una casa de espejos, un museo del vestido en el mundo, dos recorridos en lanchas -uno de ellos de terror-, una pequeña ciudad de hierro, dos restaurantes un tren acuático y otro terrestre, dedica buena parte de su espacio a rendir homenaje a Colombia y a la cultura occidental de la misma manera que lo hacían los antiguos libros de historia con los monumentos y atracciones.

4 Responses to “El auténtico megalómano”

  1. Lanark Says:

    Los colombianos de bien de la República Liberal (si, ya se que éste ejerció más como colombiano de bien después) eran mas chéveres que los de ahora, aunque algunos fueran un poco guayigoles.

  2. David Lynch Says:

    Pues yo tengo muy buenos recuerdos de ese parque. Era el paseo clásico cuando estaba en la escuela, pues si yo hice mi primaria en escuela y que. Podran decir que es una basofia de lugar pero siempre me sentire impresionado por el “Museo del Hombre”, los carritos chacones y las estuatas en homenage a la “raza colombiana”. Además pa lo que yo, como cualquier colombiano común, percibe como plastica, el parque cumplia con ese ideal de los años mozos: entretener. Por lo tanto, paz en su tumba señor Duque

  3. juglar del zipa Says:

    david:
    el museo del hombre en el que aún dicen “petrogrado, hoy leningrado”. o algo asi.

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