Te rasca el culo
Monday, June 30th, 2008Qué pereza la oclofobia que tanta gente demuestra cuando habla de los procesos en internet, especialmente cuando hablan de socialización. Qué platonismo insoportable. Se manifiesta en todo. Cuando la gente usa internet para hablar con otra gente, dicen, «no es real, es virtual». Ese es el centro del problema.
Esos adjetivos se presentan como antónimos, como condiciones mutuamente excluyentes, con naturalezas distintas. Nada «virtual» tiene respaldo «real» porque es falso. Todo lo virtual es siempre lo que queremos ser, lo que nos fue negado, nuestras frustraciones resueltas: los gordos son flacos, los feos son bonitos, los viejos son jóvenes, los fracasados son exitosos. La imagen siempre será un engaño, una composición meticulosa y estratégica. Pero posar de algo y que resulte creíble es un talento poco frecuente y difícil de desarrollar. En fin, cualquier persona que aparezca en internet tiene algún respaldo y generalmente será alguien «de verdad».
Mucha gente le tiene miedo a «la gente de internet» porque son desconocidos. ¿Cuándo alguien se vuelve por fin conocido? Esa gente no debería salir nunca de su casa. Qué miedo el busetero desconocido, el taxista desconocido, el man desconocido del carro de al lado, la señora de la panadería donde me cogió el aguacero, etc. Qué miedo la gente: «¿no le da miedo? Usted no es normal». Esa gente no debería enviar a sus niños al colegio, habiendo tanto niño y profesor desconocido, todos ellos violadores en potencia.
Pero más que el miedo a la gente me da pereza el miedo a la «información ilegítima». Este fin de semana salió en El Tiempo una entrevista con Pico Iyer, uno de esos espíritus cosmopolitas que tanto gustan en el inevitablemente arribista festival del Malpensante. El tipo se gana la vida escribiendo sobre sus viajes, explicando las ricas culturas de los países que visita, rompiendo la barrera cultural, etc.
Para justificar por qué no usa internet, el tamil no atigrado dice que no quiere «ver el mundo a través de una segunda mano … la gente se mete en su sentido de la certidumbre y cierran las puertas a los que piensan distinto. La tecnología te hace menos reflexivo y provinciano en el pensamiento». Igual que cuando se lee: qué porquería tantas ideas de segunda mano y tantas reflexiones prestadas —incluyendo las de este señor— cuando uno mismo puede coger su mochila e irse de viaje, ojalá ligero de equipaje, porque mis categorías a priori, que no pesan nada, bastan; porque la verdad es que la plata me la gasto precisamente viajando. Ah, mierda, otra cuenta para pagar.
La otra pieza la aporta Umberto Eco, santo de mi devoción, pero que desde hace rato tiene su discursillo de fobia por lo «virtual». Hace unos años en la Lerner pusieron en cada esquina un recuadrito con una foto de él sosteniendo un libro y abajo un texto que hablaba del crujir de las páginas y el olor y otras bellas razones para comprar más papel y… ¿menos pdf? En la columna de él que publicó El Espectador (originalmente aparecida en L’Espresso) habla, sin mencionarlo, del problema de la contaminación informativa o exceso de cosas que para qué.
Eco dice algo cierto, como observación, y es que «la cultura» es una colección de cosas que realmente interesan; no menciona, claro, a quiénes interesa ni por qué, como nunca lo hace en Apocalípticos e integrados. Entonces qué pereza, dice él, que en internet quede tanta cosa guardada, tanta cosa que no debería ser registrada. Y nos habla de Funes, el «búfalo de San Luis». No sé si Eco se imagina que cuando uno «se conecta» se pone a ver cada registro que exista, a asimilar y ordenar cada bit en la cabeza de cada uno. No sé si Eco, cuando va a una biblioteca, se lee todos los libros, acaso porque confía en que su existencia ahí es garantía de importancia. Supongo que es así y que el pobre está confundido. O nos está confundiendo. Él es así y le gusta. Malparido.