No extraña que El Tiempo diga que la marcha de ayer «por momentos pareció más una protesta política». No extraña, pero extrañaría que alguien dijera «por momentos mi perro parece más un animal». Queda en el aire la pregunta de qué sería eso a lo que menos se parecía o a qué se pareció cuando no atravesábamos esos «momentos». En otras palabras, ¿qué putas es una marcha?
El señor de las alcantarillas ya plagió muy bien al ex general para explicarnos cómo se crea esa sensación de sentido común que hace ver solamente a ciertas manifestaciones como naturales, nacidas de la mente virgen e impoluta del ciudadano de a pie, que va por ahí hablando del mundo con sus categorías cognitivas preistaladas en la fábrica taiwanesa de donde lo trajeron. (Después los políticos, que son negociantes de la palabra, capitalizan, rentabilizan y se caspean todo eso que era auténtico, como han hecho con nuestro sombrero vueltiao, nuestras mochilas y nuestros indios. Qué malparidos.)
Esas marchas naturales son más chéveres porque nos unen en nuestra condición universal de tener dos ojitos, una boca, una nariz, tirarnos pedos y decirles «te quiero» a nuestras madres. Es biología y no se puede negar. Es como dios, que está en todas partes e inspira las marchas —procesiones, procesiones— de Semana Santa alrededor de la plaza de Bolívar. Nuestra especie no es política. Además Aristóteles ha sido muy mal interpretado porque le caspiaron el sentido de político que quería darle a su famoso zoon politikon. Actualmente la gente es muy ignorante y no sabe griego, como el estagirita.
Ser mujer, ser indígena o ser pariente de desaparecido son posiciones políticas y antinaturales. Si usted señala su identidad, si lleva su medalla, es porque algún día quiere ser senador o presidente. Mucho hijueputa. Una chimba mostrar el pasaporte en el mismo Senado o hablar a grito herido de amar la tierra en que naciste porque es una y nada más. Es normal pensar que Venezuela y Ecuador siempre estarán al lado de Colombia. Ese lugar no me lo negocie, gonorrea, qué le pasa.
Adenda: Uribe acaba de decir «Yo no nací para la politica. Eso tiene mucho de farsa». Más administración, menos política: la ilusión tecnólatra.