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juglar del zipa » 2007 » May

Archive for May, 2007

Fácil, rápido, barato

Thursday, May 17th, 2007

Ahora imaginen esta escena reproducida miles de veces en lejanas cantinas de mala muerte, ubicadas estratégicamente en los antiguos territorios nacionales. Así, por fin, se acabaría el flagelo de la violencia nacional y la gente de este país, la gente buena, que quiere un país mejor y sin violencia, podría viajar todavía más, crear empresa sin dificultades, ir a trabajar sin tener que pensar que los van a secuestrar y ser feliz de la mano de su Gran Líder.

Lástima que los paracos ya están desmovilizados.

Goodbye, Lenin; guten Morgen, Sonnenschein

Sunday, May 13th, 2007

Philipp, un amigo alemán que nació del lado oriental cuando aún existía, me cuenta:

Cuba también fue una experiencia rica, pero cara. En
este socialismo gastas más plata que en cualquier lugar capitalista del
mundo. Pero tienen siempre sol. Eso lo organizó bien el socialismo.

Bang

Friday, May 11th, 2007

Anoche escuché mucho movimiento, sirenas, gente gritando y, finalmente, un helicóptero con un reflector que sobrevoló la zona durante un buen tiempo. Más tarde me enteré de que había habido un tiroteo a dos cuadras de mi casa, pero dejemos que las imágenes hablen por mí:

Todo lo supe gracias al canal Crónica. Crónica es un periódico
como El Espacio pero no hay mujeres en bola y además tienen un canal que transmite noticias como estas las 24 horas del día. Para enterarse mejor, sírvanse de esta hermosa selección:

(Y que sirva esto también a quienes idealizan este lindo país. Para bien o para mal, claro.)

Esta mañana, en el noticiero de un «canal serio» el titular no era muy diferente:

Pero claro, no ocupaba toda la pantalla ni venía con música marcial.

El tiempo perdido

Wednesday, May 9th, 2007

En la infancia uno no se siente dueño de su vida. No, en realidad no sé qué pasa en la infancia, porque no la recuerdo. ¿Es normal que esto suceda? ¿Es normal que deje de ser quien era? Como en esa película de Bruce Willis, a veces me gustaría pensar que puedo dialogar con el Miguel niño. Pero a veces supongo que no recuerdo nada porque sencillamente nada pasaba, nada que mereciera quedar para la posteridad.

Puede ser más bien la pereza, pero buscando en la infancia no encuentro referencias ni respuestas a lo que creo que soy hoy y, en el fondo, creo que no vale la pena hacer el ejercicio. Por una parte, la infancia es un invento muy reciente, como la igualdad de géneros. Por otra, y es una consecuencia de lo primero, el pensar que la niñez determina «quiénes llegamos a ser» es también algo muy reciente. Actualmente, por ejemplo, no cuento entre mis mejores amigos a nadie que haya conocido en la infancia. Siempre consideré que algo así solo habría podido suceder con alguien, pero él se salió del colegio cuando terminó la primaria y, oficialmente, la infancia. Ah, sí, en la infancia yo solo conocí gente en el colegio.

Un día, entre las cosas que me invento aquí para hacer, decidí buscar su nombre en Google. Y resultó bastante fácil, con correo electrónico y todo. Dos meses después nos hablamos por primera vez en el MSN. Él es solo unos meses mayor que yo, está casado, vive en Medellín, tiene una hija y se dedica a algo que para mí escapa de cualquier comprensión: la cetrería. En la charla, gracias a lo que me contaba y a lo que recordaba, volví a ver tantas cosas que había olvidado. Y él era tan parecido al amigo, al niño amigo, que yo recordaba. Parecía seguir siendo esa persona tan segura al hablar, tan dispuesta a proponer, tan extrovertida: una inspiración.

Habían pasado más de diez años y teníamos de qué y por qué hablar.

Y entonces me pregunté qué tanto de lo que él recordaba de mí habrá vuelto a ver en este que soy ahora. Y me pregunto por la esencia de la existencia, de nosotros como supuestos individuos, por el mayor sentido que tiene decir «ser niño» frente a «estar niño». Me pregunto cuántos desgarros en el tejido de los futuros soñados me habrá causado el habernos alejado, cuántas cosas habrían pasado, cuántas cosas habríamos hecho.

Ahora, en el reencuentro, llegamos al acuerdo de que está bien saber de nosotros y creer que algo podremos hacer, como cuando representábamos los libros que leíamos frente al resto de la clase o nos engañábamos mutuamente con cuentos inverosímiles que quién sabe por cuánto tiempo seguimos creyendo. Incluso, este podría ser un cuento más.

Terra Brasilis

Thursday, May 3rd, 2007

Estuve en Sao Paulo —o «San Pablo», como dicen aquí— una semana. Regresé anoche. Comparto con ustedes unas cuantas impresiones. En el futuro, también, un par de fotos.

Sobrevolar Sao Paulo, desde el momento en que se ven las primeras luces hasta que se llega al aeropuerto de Guarulhos —fuera del municipio de Sao Paulo— tarda unos quince minutos. Es la tercera ciudad más grande del mundo y la más grande del hemisferio sur. El mapa de calles de Sao Paulo tiene más de doscientas planillas y hay cerca de mil líneas de buses que conectan las siete regiones geográficas —no sé si administrativas— en que se divide el municipio. La zona del centro está definida por los ríos Tietê y Pinheiros, pero el centro de verdad está a una hora en tren. En las horas pico en cualquier estación de metro puede haber diez mil personas y en una de intercambio cincuenta mil.

Sao Paulo me resultó muy parecida a Cali. Si uno habla con un caleño en estos días dicen que es una porquería, que está vuelta mierda. Y me quiero imaginar cómo diablos era porque a mí me encanta Cali por la disposición de las cosas, las avenidas con separadores sembrados de pasto y palmeras al lado de edificios de cualquier tipo; o de concreto y adoquín, como la Paulista. Es como Cali por la gente en la calle, por las innumerables tiendas de jugos y empanadas. Y, por qué no, por la cantidad de mulatos. Sao Paulo, una ciudad latinoamericana, que a la vez es luminosa pero sabe ser fría. Sí, yo sé que eso no le dice nada a nadie…

Al barrio Liberdade fueron a parar todos los inmigrantes japoneses que llegaron a Sao Paulo y la convirtieron en la primera ciudad japonesa fuera de Japón. Encontrarse gente con ojos rasgados es muy común, así como con publicidades de envío de remesas que promocionan agencias «en portugués» en Japón. Hay varias panaderías y mercados con productos japoneses y, al mismo tiempo, marcas de productos tan brasileños como la farofa —harina cocida de yuca para condimentar y apanar— que tienen nombres japoneses.

No fui a ver el parque Ibirapuera ni el Pacaembú ni el monumento a América Latina —de eso me arrepiento—, pero conocí otros aspectos de la cotidianidad paulista… porque fue lo que hice: Alessandra hace un excelente churrasco y me lleva a fiestas donde hay funk carioca. Y, por si acaso, también hay varios colombianos por ahí.

Post scriptum: En portugués también se dice «como assim?».