pasquín. (Del it. Pasquino, nombre de una estatua en Roma, en la cual solían fijarse libelos o escritos satíricos). 1. m. Escrito anónimo que se fija en sitio público, con expresiones satíricas contra el Gobierno o contra una persona particular o corporación determinada. 2. m. El Salv., Nic., Ur. y Ven. Diario, semanario o revista con artículos e ilustraciones de mala calidad y de carácter sensacionalista y calumnioso.
Primer pasquín: El Pasquín de la Nacho
El Pasquín se comenzó a publicar en la Universidad Nacional a finales de 2002 o comienzos de 2003. En ese entonces tenía un humor bastante inteligente para burlarse de fachos, mamertos y todas las demás especies políticas de la Nacional, de los personajes cotidianos y de la vida pública y diaria de Bogotá y de Colombia.
Los artículos no han dejado de estar escritos con pésima ortografía —quién sabe si a propósito— y el ejemplar es una sencilla hoja oficio diagramada de la manera más burda e impresa por lado y lado. Su estrategia de distribución es sencilla y por tanto sumamente exitosa. Uno va a la fotocopiadora de la Facultad de Sociología y allá pide que le fotocopien El Pasquín. Los editores solo incurren en el gasto de la hojita de papel, la impresión y el tiempo de escribir los articulitos. Esto les ha bastado para estar ahí durante ya tres años o más.
El éxito fue tal que alguna vez sacaron una edición Bogotá en gran formato —hasta donde yo sé, la única que ha salido— y sé que pensaron en hacer una edición radial con UN Radio cuando todavía no se llamaba así. Les perdí la afición y por tanto la pista cuando decidieron alinearse con Lucho para las elecciones de la alcaldía en 2003. Me pareció que El Pasquín perdía con eso su espíritu crítico, sarcástico y jodente y efectivamente comenzaron a publicar unos ladrillos ahí de lo más mamertos y cansones.
Habría querido comentar la última edición de El Pasquín pero la niña de la fotocopiadora de Sociología estaba almorzando y yo me tenía que ir. Una gente ahí me dijo que se conseguía en no sé qué dirección de internet pero no resultó. Este es el PDF de la última edición de noviembre y, por cierto, cuando comenzaron le dije al director o al dueño o como se llame que publicara en internet cuanto antes. Pero de malas, también hasta donde yo sé.
Segundo pasquín: Un Pasquín de Vladdo
El lunes salió el número 1 de Un Pasquín; en diciembre salió el número 0, cuyo contenido está colgado en internet. Como dice su definición, es «el periódico de la O». Si se consulta la bandera solo sale el nombre de Vladimir Flórez, alias Vladdo. El periódico no tiene ningún tipo de publicidad y no deja saber, aparte de las firmas de sus colaboradores, quiénes están detrás de esta publicación.
Alegra saber que existe algo como Un Pasquín porque es una oposición frentera a Uribe y no de manera mamerta o que recurra a falacias o afirmaciones indemostrables. Ni siquiera es del perfil más o menos chismográfico de Así gobierna Uribe, que igual es bueno para hacerse una idea de Uribe como persona pero no necesariamente para discutir lo que ha hecho o dejado de hacer. El antiuribismo de este pasquín es «ilustrado»: escriben académicos y otros opinadores en un tono franco y directo.
No se sabe si el uribismo va a seguir después de Uribe. Así parece, si hoy en día ya se sabe que va más allá de él. Ha de suponerse que la crítica a la política de Uribe es ya la crítica a la opinión o al criterio que lo dejó como presidente y que ahora va a reelegirlo —aunque una última encuesta, tan representativa como las demás, ya resulta esperanzadora— y, naturalmente, a toda la síntesis de vicios políticos que él representa. Comerse el cuento de que hay que criticar a Uribe es seguir alimentando el cuento de que es él y solo él, de que es solo este momento determinado y no todo un proceso, una historia, de lejos puerca. La idea de que la oposición debe ser propositiva y alternativa se desarrolla en alguno de los artículos.
La personalidad de Vladdo aparece en el número 1 en los comentarios que él mismo le hizo a Uribe. Van entre corchetes —de la misma manera que los siempre pertinentes comentarios de Isabella Santodomingo en Carrusel— pero se quedan muy cortos ante la verborrea de Uribe, que es el mismo de siempre en las entrevistas con su lora eterna y con su callar al entrevistador. Yo, engañado, esperaba más humor de parte del caricaturista, especialmente si la definición de pasquín incluye lo de satírico. Pero hace rato se sabe que él no es humorista.
Para finalizar, en esta edición en particular, en cada página, hacen alguna mención a lo de Santos, Ternura y Uribe y Pardo. Los comentarios suelen criticar la estúpida táctica de este episodio pero cae en que entonces hay que apoyar a Pardo y decir que él es una maravilla. ¿La respuesta? Tal vez que Pardo está ahí metido. Al menos escribió en la edición 0.