Cálzate los guayos: vamos a soñar
Monday, October 31st, 2005Me fui a ver Goal! con cero escepticismo. Creo que era la primera película de la que sabía cómo iba a terminar pero de ninguna manera cómo comenzaría. De hecho lo que uno ve en el trailer corresponde a los últimos 15 minutos o menos de la película, que dura casi dos horas.
Pero aquí la idea es prevenir, cumplir una labor social, servir a la atenta blogosfera, ávida de información y opiniones acertadas: definitivamente no vale la pena ver la película. ¿O sí? No… ¿Sí? No sé… uno sabe que es malísima, pero no me dejó esa sensación. Me divertí, me identifiqué, sentí una vergüenza increíble, me sentí uno mismo con el protagonista como cuando en la tierna infancia veía superhéroes. Maldito fútbol, creador de vanas ilusiones.
Goal es el american dream que se lleva a cabo en Inglaterra. Además de que uno siempre cuestiona la validez de hacerse un Perú en «América», ya era relativamente inverosímil la situación propuesta: el protagonista es un joven mejicano que es llevado a Los Ángeles cuando aún era niño. Allá trabaja arreglando jardines con su papá, pero también juega fútbol para un equipo aficionado. Y claro, el man es un crack.
En uno de esos partidos lo ve un antiguo jugador del Newcastle que inmediatamente se lo recomienda al entrenador del equipo quien le dice que lo va a ver por una mañana y ya. Por fortuna no se esmeraron en crear una situación aún más inverosímil, como que el inmigrante llega a la selección gringa y la lleva de la mano a su primer título mundial. ¿Por qué no? Porque la selección gringa es propiedad de Nike y esta película es ciento por ciento Adidas. ¡Pero el equipo Adidas por excelencia es el Real Madrid! Paila: ahí no hablan inglés. De hecho no creo que hablen ningún idioma. No importa: igual hay una secuencia en la que salen Beckham, Raúl y Zidane en un bar, muy juiciosos y de lo más simpáticos, yéndose temprano a sus casitas. ¿Y por qué no sale Ronaldo? ¿Y Roberto Carlos? Adidas, Adidas, Adidas.
El caso es que el papá del chino le roba la plata que con tanto esmero estaba ahorrando para abrirse allende el mar océano rumbo a la muralla de Adriano. Ese papá, que no cree en sus sueños, que no lo deja ser independiente, que lo condenará a un futuro ilegal y subdesarrollado en el campo de la jardinería, ni siquiera le va a contestar el teléfono cuando el héroe lo llame a decirle «papá, estoy triunfando». Menos mal la abuela del muchacho, como toda abuela, tiene unos ahorritos ahí muy guardados que le terminan alcanzando para enviar al sucesor de Pelé a Inglaterra.
Y bueno, allá se suceden una serie de cosas, de ires y venires muy del mundo del fútbol. Encuentras un amor, te toman fotos con viejas casi empelotas, te la montan, te pasan a las reservas del club y finalmente a la titular, aunque estén muy por fuera de etapa de incorporaciones. Y, cómo no, en el decisivo partido contra Liverpool, llevas a tu equipo a la Champions League con gol —que aunque no de chilena, sí de gran factura— en el último minuto: como en Supercampeones, el partido se acaba justo después del gol. Y claro, llamada de la abuela quien te dice que tu padre, justo antes de morir de infarto, había visto tu debut en la Premier League contra el Fulham.
Final con aprobación paterna pero necesaria y merecida muerte freudiana, abuela amorosa y compinche, novia muy linda (nótese que la actriz se parece a Carolina Acevedo, lo que hace que las comparaciones con De pies a cabeza crezcan), éxito total, amigo al que sacas de una vana vida sibarita y otras cosas así. Eso es el éxito en el fútbol. Lo dice Adidas.
Y ojo: ya están haciendo segunda parte y no me la voy a perder.