Hablaron Dago García y Mauricio Navas en Lechuza sobre el carareado impacto del TLC en la televisión. Se muestran preocupados ellos porque la televisión extranjera, que jamás ha osado posar sus anchos pies en esta tierra, terminará por acabar con la cultura de nuestro país y eso nos llevará irremediablemente a aquel infierno que se llama no tener identidad nacional.
Algunas simpáticas perlas:
«Cada vez nos parecemos menos a nosotros mismos.» La paradoja de estos tiempos.
«¿Cuándo vemos en la televisión a alguien comiendo ajiaco?» ¿Cuándo vemos a alguien comiendo en televisión?
«¡En Pedro el escamoso nos vimos a nosotros mismos!» Yo no, por fortuna.
«Se dejarán de crear imaginarios y narrativas de país.» Sí. Evidentemente sólo la televisión tiene esta propiedad. Lo grave es que sea verdad.
Me preocupa que haya una corriente, digamos, discursiva sobre el asunto de la identidad y la televisión y mucho más que ahora nos salgan los paladines a hablar de las bondades de lo que hacen. Otra de las perlas fue «¡el problema no es la calidad sino que nos vamos a quedar sin identidad!». Navas y Dago se creen entonces mesías o, mejor, profetas, en el sentido original del término: la voz del pueblo. Bajo su imperio de guiones basura se están creando en efecto vinculos entre muchos colombianos.
Esas novelas son referentes accidentales de nacionalidad (la televisión tiene una circunscripción política), como tantas otras cosas (fútbol, deportistas en general, artistas, narcos). Y no sólo aquí sino en cualquier parte del mundo. Queda bastante claro ver lo que estaban defendiendo realmente —de hecho mi amigo Dago lo dijo explícitamente—: los van a joder en producción, que es lo que ellos hacen. Es improbable que volvamos (si acaso salimos de ellos) a aquellos tiempos en que abundaban los enlatados en la televisión porque el público al fin y al cabo sí extrañaría las novelas «hechas en Colombia» —que se exportan a Rusia, a Tailandia y a Targanikistán—. Pero ¿en manos de quién quedará producir y realizar estas novelas? Seguramente en las de la baratísima mano de obra de los «sindicalistas» gringa.
Y mientras estos lloran por el supuesto patrimonio cultural, intangible y legado de Colombia a la humanidad que han logrado crear, el material histórico de Inravisión se pudre en la avenida Eldorado en las garras de irresponsables y corruptos sindicalistas (esto sí en castellano auténtico).