El Cid y los niños

Simpático centro comercial el que se llama Plaza San Rafael. Está justo al frente de la hacienda del mismo nombre, que se niega a desaparecer (i. e. está engordando su valor), en la calle 138 o avenida Iberia. Desde el tercer piso hay un mirador que da a la hacienda y había gente tomando fotos. Lo mejor del centro comercial son las goteras, que acaso son una forma de decorar el lugar con naturales fuentes de agua que ya tienen un poco acabados los techos, como puede verse en el moho de los cines.

Cine. Hace un año quería ver La leyenda del Cid en España pero no se pudo. Hubo que ver Río místico y ahí descubrí que no es en el Tercer Mundo donde la gente no ha aprendido que lo que pasa en la película es una representación, que no está pasando. «¡Que te quiere matar, tío!» o algo semejante le gritaba algún espectador a Sean Penn o alguno de esos otros de esa película. Y también le echaban maíz pira a la pantalla. Un divertido espectáculo.

La leyenda del Cid es una película para niños. Esta sí, a diferencia de Los Increíbles. En el cine no había sino diez personas, creí que iba a tener la fortuna de verla solo. (Lo que pude ver solo fue un corto que se llama Cuenta, hecho por un man que se llama Camilo Matiz. Bonito, aparentemente hubo billete. Historia sencilla, divertida. Con música chévere, con créditos muy bien hechos. El corto lo dan diez minutos antes de que comiencen las películas en los Cinemark.) Eran papás con sus hijos chiquitos. Al final las pequeñas criaturas estarían dando vueltas por el cine sin prestar mayor atención a la historia de aquel redentor de la hispanidad.

Yo creía que iba a ser película franquista o alguna pendejada así bien burgalesa para adoctrinar a las nuevas generaciones. Pero no. Comienza con que «los reinos de la península —no hablan de “España”— eran tierras de tolerancia y paz» y todas esas vainas que dicen ahora sobre España en la Edad Media y que tampoco es que sean completamente ciertas. Entonces hay árabes buenos (Al-Mutamid, que es simple secuaz del Cid) y árabes malos (Ben Yusuf, ¡que es malísimo!) y cristianos buenos y cristianos malos. Y también sale un animalejo simpático. Naturalmente quien quiera ver la historia del Cid de a lo bien está en el lugar equivocado. Hasta quien quiera ver fieles recreaciones de escenarios está equivocado. Castilla, que se distingue por ser un horrible peladero, es aquí tierra de verdes bosques. En fin.

Lo mejor de la película son los paréntesis históricos y no porque los haya, sino por la animación, que se basa en ilustraciones medievales (e. g. tapiz de la batalla de Hastings, que no recuerdo cómo se llama). Muy bonitas. La del resto de la película es bien Disney y la historia se puede resumir como «Las aventuras del Cid adolescente». Eso está bien pa’ los niños, aunque terminen corriendo por el cine, lo que me hizo saber, de particular manera, cómo les estaba pareciendo la película.

2 Responses to “El Cid y los niños”

  1. Keonhacai Says:

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